Autor: Mons Tihamer Tóth (adaptación realizada por Alberto Zúñiga Croxatto).
¿Cuál es el joven de carácter?
En la primavera de la vida, todo joven se pregunta: «Vida ¿Qué me darás? ¿Qué es lo que me espera?» Y la vida le devuelve la pregunta, como la tierra al campesino: «Depende de lo que tú me des. Recibirás tanto cuanto trabajes, y cosecharás conforme hayas sembrado.»
No se puede pedir que todos los hombres sean ricos o muy inteligentes, ni que todos sean famosos, pero sí que todos tengan carácter. Tal vez no comprendas ahora del completo lo que significa la palabra «carácter». Piensa para empezar, que la escuela actual tiene un gran defecto porque pone mucho empeño en formar la inteligencia de los jóvenes y olvida demasiado la formación del carácter, es decir, forjar la voluntad y la coherencia del joven. De ahí la triste realidad de que en la sociedad abunden más las cabezas instruidas que las voluntades de acero, que haya más ciencia que carácter.
Hoy día, la falta aterradora de voluntad y de coherencia es el origen de muchos vicios, de los desordenes más trágicos de la humanidad. Hoy, el no tener carácter pasa, en el sentir de muchos, como virtud de prudente adaptación a las circunstancias, y la falta de coherencia con los propios principios se denomina «astucia», y el perseguir el interés individual se llama interés por el bien común. Por eso se prima tanto la comodidad y el goce sobre la honradez.
Y es que el carácter no es un «premio gordo» que se pueda conseguir sin méritos y sin trabajo, sino el resultado de una lucha ardua, forjada a base de autoeducación, de abnegación, de una batalla espiritual sostenida con firmeza. Y esta batalla ha de librarla cada uno por sí solo. Nadie lo hará por ti. !Anímate! El día en que ganes esta batalla, entonces se te escapará un grito de entusiasmo, como el que se le escapó a Haydin, el gran compositor, cuando oyó su obra titulada Creación: «Dios mío y ¿soy yo el autor de esta obra.»
Este libro, por tanto, quiere formar «jóvenes de carácter», jóvenes que piensen de esta manera: «Una responsabilidad inmensa pesa sobre mí. Mi vida tiene un objetivo que cumplir. En mi alma está en proyecto mi porvenir en esta vida terrena y en la eterna; he de procurar de llevar a término este proyecto de Dios para ser feliz aquí abajo y poder gozar con Él para siempre en el cielo.»
Por este motivo, este libro quiere educar jóvenes cuyo carácter sea integro, cuyos principios de vida sean firmes y justos, cuya voluntad no se detenga ante las dificultades; jóvenes cuya alma y cuyo cuerpo sean fuertes como el acero, rectos como la verdad y sinceros y claros como la luz del sol.
Tener carácter no es fácil. Requiere esfuerzo, pero sólo así se llega a una vida digna del hombre. El valor real de un hombre no depende de la fuerza del entendimiento sino de su voluntad. Quien esté desprovisto de está poco hará de provecho, a pesar de que posea grandes dotes individuales. Y los ejemplos abundan, es lamentable comprobar la existencia de personas muy inteligentes pero sin carácter.
Verás por propia experiencia que el camino del carácter no es un camino llano. Al andarlo, sentirás muchas veces qué voluntad más robusta se requiere para guerrear de continuo contra tus propias faltas, pequeñas y grandes, y para no hacer paces nunca con ellas.
¿Qué es el carácter?
¿Qué pensamos cuando decimos de alguien que es un joven de carácter? Con la palabra carácter entendemos la adaptación de la voluntad del hombre en una dirección justa; y joven de carácter es aquel que tiene principios nobles y permanece firme en ellos, aun cuando esta perseverancia fiel le exija sacrificios.
En cambio, es de carácter inestable, de poca garantía, débil o en último término, hombre sin carácter quien, contra la voz de la propia conciencia, cambia sus principios según las circunstancias, según los amigos, etc., y hace traición a sus ideales desde el momento en que por ellos tenga que sufrir lo más mínimo.
Con esto ya puedes ir vislumbrando en qué consiste la educación del carácter. Primero tendrás que adquirir ideales y principios; después, tendrás que acostumbrarte a su ejercicio continuo, a obrar según tus nobles ideales en cualquier circunstancia de la vida. La vida del hombre sin principios sólidos está toda ella expuesta a continuas sacudidas y es como la caña azotada por la tempestad. Hoy obra de un modo, mañana se deja llevar por otro parecer. Antes de todo, pues, pongamos principios firmes en nuestro interior; después, adquiramos la fuerza requerida para seguir siempre lo que consideramos justo y recto.
¿Cuál es, por ejemplo, uno de principios en el estudio? «He de estudiar con diligencia constante, porque he de desarrollar, según la voluntad de Dios, las dotes que me fueron dadas?» ¿Cuál es el principio justo respecto a mis compañeros? «Lo que deseo que me hagan a mí he de hacerlo yo también a los otros.» Y así sucesivamente. En todo has de tener principios rectos y justos.
El segundo deber, ya más difícil, es seguir estos principios justos; es decir, forjar tu carácter. Y éste, cómo hemos dicho no se da gratis, sino que hemos de alcanzarlo mediante una lucha tenaz, de años y decenas de años. El ambiente, cualidades heredadas, buenas o malas, pueden ejercer influencia sobre tu carácter; pero, en resumidas cuentas, el carácter será obra personal tuya, el resultado de tu trabajo formativo.
¿Sabes en qué consiste la educación? En inclinar la voluntad del hombre de suerte que en cualquier circunstancia se decida a seguir sin titubeos y con alegría el bien.
¿Sabes que es el carácter? Un modo de obrar siempre consecuente con los principios firmes: constancia de la voluntad para alcanzar el ideal reconocido como verdadero; perseverancia en plasmar ese noble concepto de la vida.
Lo que resulta difícil no es tanto formular estos rectos principios firmes para la vida, lo cual se consigue con relativa facilidad, sino el persistir en ellos a través de todos los obstáculos. «Es uno de mis principios y me mantengo en él, cueste lo que cueste.» Y como esa firmeza exige tantos sacrificios, por eso hay tan pocos hombres de carácter entre nosotros.
No ser veleta, no empezar a cada momento algo nuevo; fijarse el objetivo y perseguirlo hasta el fin. Guardar siempre fidelidad a los propios principios, perseverar siempre en la verdad... ¿Quién no se entusiasma con tales pensamientos? ¡Si no costase tanto llevarlo a la práctica! ¡Si no se esfumasen con tanta facilidad bajo la influencia contraria de los amigos, de la moda, del ambiente y de mi propio «yo», egoísta y comodón!
Esculpir mi alma
Esculpir en tu propia alma la imagen sublime que Dios concibió al formarte es la noble labor a la que damos el nombre de autoformación. Trabajo personal, ningún otro puede hacerlo en tu lugar. Has de ser tú quien desees ser noble, fuerte, limpio de alma. Has de conocerte bien, descubrir las malas hierbas que hay en ella, y qué es lo que le falta. El éxito ha lo obtendrás a costa de muchos esfuerzos, abnegaciones y victorias alcanzadas sobre ti mismo, a base de negarte a menudo cosas deleitosas, de hacer muchas veces lo que no te apetece, de no quejarte, y seguir intentándolo.
Tu carácter y el curso que des a toda tu vida dependen de pequeñas acciones mediante las cuales vas entretejiendo la suerte de tu vida. Siembra un pensamiento y cosecharás el deseo; siembra un deseo y recogerás la acción; siembra la acción y recogerás la costumbre; siembra la costumbre y recogerás el carácter; siembra el carácter y tendrás por cosecha tu propia suerte.
No pierdas jamás la ocasión de hacer una obra buena, y si esta obra estuviere en pugna algunas veces con tu provecho y deseo momentáneos, acostumbra tu voluntad a vencerlos... Así alcanzarás un carácter con que puedas un día hacer algo grande.
Altísima escuela de carácter, la más sublime que pueda haber, es la que nos hace exclamar con sentimiento sincero: «Señor, no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lucas 22, 42). Has de educar, por tanto, tu voluntad para que se compenetre con la voluntad de Dios. Lograrás la más valiosa autoeducación si tras tus acciones puedes contestar afirmativamente a la pregunta: «Señor, ¿ha sido de veras tu voluntad lo que he hecho? ¿Lo querías Tú de esta manera?»
Y esta educación del carácter has de empezarla ahora. En la edad madura es mucho más difícil. Quien llega sin carácter firme al ajetreo del mundo, es fácil que pierda hasta lo poco que haya podido tener.
Un saludo afectuoso
Jorge Márquez Chahú
Regidor Metropolitano de Lima
Blog Peru Digno en: http://perudigno2008.blogspot.com/
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